Comamos verde.

He tenido pocas aventuras con la espinaca, porque me resulta bastante frustrante. Todo ese universo de hojas que se reduce a una nadita que no rellena la tartera más pequeña… Pero no quiero excluirla de mi vida, así que probé una alternativa: la compré congelada.

Ahorrándome la parte de lavar y picar.

Busqué una receta especialmente, y encontré un aporte de una uruguaya que se la hace a los niños de un Caif… 🙂

Se precisaba un atado de espinacas. Yo eché una pequeña parte de los dos kilos de la bolsa, y creo que le emboqué bastante bien. La diferencia es que pedía las hojas crudas, y yo las herví (obviamente).

Veamos otras fotos 🙂

He aquí la torta recién salida del horno.

Estaba bastante insípida, a decir verdad. Es un tema con la espinaca, me parece, que nunca (me) queda suficientemente condimentada. Le agregamos una buena capa de queso arriba y quedó buena.