Qué bello que quedó.

Resulta que era el cumple de mi hermana, e iba a estar mermada la familia. Mi madre, que casi siempre hace la torta de frutillas, no estaba, y yo quise remplazarla en la tarea. Estuve buscando otras recetas para ampliar mi conocimiento en el área torta de frutillas, en la que no he incursionado hasta ahora. Pero no contaba con que ese día el supermercado y el almacén no me iban a proveer de tal preciada fruta!

Así que me fui al viejo y querido relleno de dulce de leche. Mucho más fácil!!

El bizcochuelo es el de leche caliente del Crandon. Pero es de un tamaño modesto, así que hice receta y media y lo repartí en dos torteras casi iguales. Qué emoción hacer una torta un poco alta! jaja. Bañé cada torta en almíbar (si no recuerdo mal, usé misma cantidad de azúcar y agua, pero siempre me confundo en cómo debe hacerse).

[Atentis que batí los huevos con batidora]

Para el baño, estuve contemplando hacer el azucarado de siete minutos (ya que lleva sólo una clara, y tenía una congelada), pero al final me decidí por este merengue porque pensé que iba a cubrir mejor la torta.

El tema es que me quedaba muy poquita azúcar blanca! Una cuarta taza, o un poco menos. No me había dado cuenta que se me estaba acabando. Curiosamente, sí tenía azúcar rubia (cada vez que hay en el supermercado compro varias: siempre faltan), así que tras unos instantes de deliberación y una breve búsqueda en internet, me decidí a usarla.

Y nada, no es ningún misterio! Pero me encantó cómo quedó la torta. Alta y con una tonalidad distinta.

Muy rica, además! (y fácil de hacer)

Valía la pena hacer rejunte de recetas.